El monumento a ANDRESITO una asignatura pendiente de los correntinos

fOTOS pORTAL si Somos GENTE

La polémica entre andresistas y antiandresistas está motivada por la intolerancia y la parcialidad de la élite correntina que bien puede ser conciliada con una decisión política que supere el marco ideológico estricto por una ideología de lo humano en la diversidad.

La fuerza social del símbolo
Los valores emergentes de la memoria histórica y del imaginario cultural son determinantes en la construcción de los símbolos colectivos.
Hay emblemas visibles como el Cabildo, la Casa de Tucumán, el monumento a Belgrano en Rosario, a los cuales agregaríamos los nuestros: Las Cautivas y Mitre, San Martín y Cabral. En una variable diferente hay alegorías no visibles: la lengua y el pensamiento, a través de la tradición oral puesta en obra en el relato y en el diálogo. También incluiríamos otra metáfora, la tierra como totalizadora e integradora de la cultura por su carácter de espacio vital. Entiendo este enunciado como espacio geográfico, más el caudal afectivo y unificador de la trama vincular.
Los ríos, la llanura subtropical, la floresta barroca, la fauna silvestre, los modos de producción de bienes y servicios de cualquier signo, la historia interpretada en el hoy por el presente acumulado junto a los valores, conforman la base de la vida útil y la concentración y expansión del carácter emocional de un pueblo. Este carácter no reconoce únicamente el origen, favorece del mismo modo la focalización de un rumbo hacia un horizonte cierto.

¿A quién pertenece la cultura?
Entiendo que en este punto, la polémica entre andresistas y antiandresistas está motivada por la intolerancia y la parcialidad de la élite correntina, que bien puede ser conciliada con una decisión política que supere el marco ideológico estricto por una ideología de lo humano en la diversidad. Lo que quisiera decir es que la voluntad de mención tiene que ser generada en una actitud abierta, incluyente y pluralista, un gesto de democracia hacia una imagen arquetípica (Andresito Artigas) que se corresponda con el imaginario popular.
En la dinámica de la historia, en el hoy y el mañana de este subtrópico, todos los sectores deberían estar representados, pero para ello tenemos que tener la templanza de reconocer al Otro Diferente, a respetar el contraste no sólo de la oposición blanco y negro, sino la unión de esa dualidad mediante la incorporación de los matices propios y múltiples del contexto naturaleza, cultura y sociedad.
La historia no es una estancia donde el amo hace lo que quiere; la memoria escritural no es un supermercado en el cual los accionistas renuevan su personal cada tres meses; la memoria colectiva no es una concesión privada en beneficio de una minoría autoiluminada que haga y deshaga el inconmensurable yacimiento de la cultura de Corrientes.
En su peculiaridad primera y última, la cultura es un bien social como lo es la lengua y como debería ser la posesión de la tierra, de la memoria y de las utopías.

Reconfiguración del mapa polémico
Este debate, posiblemente no deseado, trajo aparejado un beneficio imprevisto en sus alcances: la instalación del héroe y mártir Andresito en los medios de comunicación y, en consecuencia, en el corazón del hombre cotidiano.
Esta porfía habría ganado en calidad si su desarrollo ingresara en el carril de una meta-ideología y no en la parcialidad de la política partidaria, pro-occidental y europea de los historiadores oficiales.
Esta discordia cesaría si se entendiese que lo que está en juego es nuestra democrática visión del mundo, con el fin de acceder a un punto de convergencia que represente la síntesis de un modo de ver, de sentir y de actuar en el mundo, por vía de la integración y el protagonismo de todos los sectores.
De lo que estoy hablando es de la plasticidad del concepto de humanismo: a) de la unidad en la pluralidad; b) del crecimiento económico y cultural relacionado mucho más con lo espiritual que con la idea absoluta de mercado; c) que la memoria histórica esté subordinada a la ética; d) que el ser humano no sea una mercancía cuando ingresa al mundo de la cultura sino un hombre y una mujer que puedan participar en la herencia como así también en la construcción de sus propios símbolos en los campos de la voluntad, de la razón y de la imaginación.

El comienzo de la leyenda
Luego de todos los acápites precedentes, ofrezco algunas estimaciones de Andresito Artigas.
En Corrientes, después de San Martín, está él; fue el Martín Güemes de lo que es hoy el Litoral Argentino. De etnia aborigen y cultura mestiza, encabezó con los guerreros de su raza la defensa de una inestable frontera contra los lusitanos bandeirantes en ambas orillas del río Uruguay; dio batalla, en el momento apropiado, contra los paraguayos; repuso al gobernador Méndez, destituido anteriormente por el grupo de poder correntino que dependía de Buenos Aires. Así se fue cimentando como el gran referente de la soberanía y del federalismo. Las presentes digresiones no hacen más que aquilatar la proyección del significado de Andresito y, por ende, será un acto de justicia el emplazamiento de un monumento en su memoria en Costanera Sur de la ciudad de Corrientes.

El comienzo de la leyenda
Su final es difuso como su nacimiento, aunque se sabe que, en su última escaramuza, fue apresado cuando atravesaba el río Uruguay y llevado a una prisión de Rio de Janeiro; a posteriori, los datos que se manejan se diluyen y sólo queda el indicio de su desaparición.
Fue un líder natural que vivió en la resistencia, en la victoria y en la derrota, lacerado por las contradicciones experienciales que todo hombre ensaya en la elección de caminar y cabalgar en la cornisa de la vida, con el ideal de defender y consolidar la unión de los pueblos libres, con sus debilidades e imperfecciones, con su utopía y su grandeza ilimitadas.

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